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Héroes y villanos


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Se ha confirmado que Echeverría está entre los muertos del atentado terrorista de Londres, honor y gloria a los valientes por defender a otra persona.

Nada se sabe por el momento quién era la mujer salvada, ni siquiera si la salvó, tampoco sabemos de la reacción del pueblo británico ante esta noticia, a veces las acciones heroicas permanecen en el silencio.

Leyendo nuestro 2 de mayo de 1808, el pueblo, la canalla, los más despreciados por la élite, se reveló (navaja en mano) contra las tropas imperiales de Napoleón.

Sólo militares a título personal se unieron a los mártires del pueblo en la refriega, Daoiz y Velarde, en el cuartel de Monteleón, otros junto al pueblo salieron a batirse con armas rudimentarias contra el mejor ejército del aquel mundo, fueron posteriormente ejemplo, pero en ese momento sólo algunos lo comprendieron.

Ahora un dos veces español, por vascongado de apellido y de nacionalidad, con un patinete por única arma, se enfrentó a tres terroristas musulmanes, y en la degollina parece que se llevó la peor parte.

Honor y gloria a un hombre con redaños.

Aunque casi siempre es un desperdicio de una vida, por una causa que a veces no parece merecer la pena de perder esa vida.

Recuerdo cuando yo mismo anduve en esas mismas situaciones: Andábamos (siendo muy joven, 16 años y  tres menos mi hermano) por el madrileño parque del Retiro, cuando observamos una escena donde una pandilla acosaba de manera violenta a dos jovencitas.
La pandilla compuesta de 7 u ocho miembros, de edades aproximadas a la mía, estaba comandada por su líder (un nervioso y nervudo muchacho).

Requerimos a la pandilla que dejen en paz a las chicas, el “nervioso” se dirige a mí directamente y me amenaza. Le agarré por el pescuezo y de un empujón lo derribé al suelo.
Se levantó lleno de ira homicida, pidiendo a gritos una navaja, yo tenía la mía en el bolsillo del pantalón, si la hubiera conseguido, seguro que habría corrido sangre en ese momento.

No la consiguió y se mantuvieron alejados de las muchachas. Nos dirigimos a las muchachas y les dijimos de escoltarlas a sus casas o al menos hasta un medio de transporte público, les aseguramos que estaríamos presentes hasta que tomaran el transporte…

Las muchachas negaron cualquier ayuda, ni nos dieron las gracias, las dejamos solas…

Si hubiera corrido la sangre (de él o de la mía) se habrían perdido dos vidas, no me arrepiento de ello, creo que hice bien y que va a beneficio de mi inventario, pero no siempre merece la pena.

Hay algo inexplicable en el heroísmo, el desprecio de la propia vida a beneficio de algo etéreo, quizás el pueblo británico esté acertado en no ser heroico, pero yo no lo sé.
Solo sé que si en vez de correr, armados de sillas u otros objetos se hubieran enfrentado a ellos, otro “gallo les cantaría”.

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